Más de una vez,
tanto en entrevistas en webs, prensa o radio, como en particular, me
han preguntado por mi proceso creativo. Ya sabéis, esa temida
pregunta: ¿Y cómo lo haces para escribir una novela?
Aunque pudiera
parecer que no quiero mojarme, lo cierto es que hay tantas respuestas
a esta pregunta como escritores, ya que cada uno tiene sus técnicas,
y las que valen a unos no sirven a otros. Aunque sí hay una
constante que todo escritor (al menos en el que piense en hacerse
profesional, en la medida de lo posible) debe hacer siempre: escribir
y escribir, y, a ser posible, todos los días.
Yo, personalmente,
he pasado por varias fases desde que decidí ponerme a escribir en
plan serio. Pasé por esa fase en la que escribes sin más lo que
sale de tu cabeza, página tras página, hasta que o bien descubres
que lo que has estado escribiendo es una mierda, o bien que no hay
por dónde cogerlo. Es divertido escribir y escribir, hasta que te
das cuenta de que tu personaje empezó llamándose Carlos y acabó
siendo Marcos, con algún que otro "Marco" por el camino, o
que tienes varios cientos de páginas que difícilmente podrías
organizar en capítulos estando ya escritas.
De hecho, todavía
tengo un largo manuscrito que escribí de ese modo, y que me da una
tremenda pereza repasar y corregir. Y no sólo por su envergadura
(que la tiene) sino también porque su desorganización convierte esa
tarea en una lucha titánica entre mi yo actual y mi yo escritor del
pasado. Me fastidia bastante, sobre todo porque sigo pensando que es
una de las mejores historias que he escrito, pero también sé que es
la más caótica.
Así, de la manera
más dura, fue como llegué a la conclusión de que debía buscar un
método de escritura más organizado, algo que me permitiera llegar
al final del primer borrador de cada manuscrito con algo que no me dé
miedo repasar, y cuyas revisiones sean incluso motivadoras. Muchas
veces antes de eso, había leído artículos de otros escritores en
los que explicaban sus métodos y las bondades de organizarse antes
de lanzarse a la escritura a lo loco, y yo, henchido de orgullo y
lleno de una gran confianza, pensé que no me hacía falta, que yo
era tan bueno como para no necesitar esas cosas. No sabía todavía
cuán equivocado estaba.
Desde entonces,
nunca empiezo a escribir una historia sin por lo menos haber esbozado
las líneas generales de ésta y en muchas ocasiones incluso el
final, aunque éste puede llegar a cambiar.
Una vez está el
esbozo hecho y con las línea generales básicas de la historia
claras, hay quienes empiezan directamente a escribir, sin tener los
personajes definidos, y quienes siguen planificando, en este caso
pasando a los personajes. Una vez más, es muy tentador ponerse a
escribir y dejar que la inspiración (a veces confundida con simple
euforia) que sientes te dicte la historia, pero el no tener
personajes definidos (al menos el protagonista) te puede llevar a
cometer un error muy habitual: acabar con personajes que sean clones
unos de otros e incluso del propio autor. La historia no resultará
creíble ni fluida si todos los personajes hablan y se comportan de
la misma manera, puesto que, como las personas reales, nuestros
personajes deben tener cada uno sus propias inquietudes, su propio
pasado y traumas de la infancia (si los hubiere) y sus propios
anhelos.
En cuanto a
personajes, también hay multitud de opciones. Los hay más
"asépticos", como Ken Follet, que con cada novela rellena
una hoja de cálculo en Microsoft Excel, con una línea por
personaje, en la cual describe a éste, tanto su físico como su
historia personal, deseos, manías etc.
Otros, llegan
incluso a preparar un tablón en el que pegan post-its (o similares)
con los nombres de los personajes y una descripción sucinta de cada
uno, para después pasar a unir unos con otros mediante trozos de
hilo o cuerda sujetos por chinchetas, para representar la manera en
que se relacionan (y no sólo por parentesco) y cómo interaccionan
entre sí.
Qué manera de
trabajar tienes que usar no es algo que te deba decir yo, ni un
manual de escritura, sino tu capacidad para desarrollar la historia y
sus elementos, y aquel sistema con el que te sientas más cómodo.
Bien es cierto que opciones tan complejas como el tablón y los hilos
podrían parecer que coartan la creatividad y espontaneidad del
autor, pero en casos en los que éste tiende a divagar hasta acabar
con un manuscrito difícilmente inteligible, un poco de organización
nunca está de más. De hecho, en muchos casos (si no en todos)
contribuirá a reducir mucho el trabajo posterior de corrección y
refinado del manuscrito. Cuanto menos se deje al azar, menos habrá
que enmendar después al mismo azar.
Con argumento,
líneas básicas y personajes ya esbozados, toca planificar la
historia en sí misma: ¿escribo por capítulos? ¿trazo la historia
en base a hitos en las vidas de los protagonistas y luego lo divido
en capítulo? ¿lanzo un chorreo inacabable de palabras sobre el
papel o el teclado y ya lo organizaré luego?
Como ya he comentado
antes, soy un firme detractor de la última opción, ésa del "yo
lo escribo y luego ya lo pulo". Eso vale para textos cortos o
subdivisiones manejables de un texto grande (como por ejemplo
capítulos) pero es un infierno cuando tienes que lidiar con un texto
desorganizado de 400 (o más páginas) que no hay por dónde coger.
Y de la misma manera
que soy un firme detractor de la mencionada opción, soy un firme
defensor de dividir la historia en fragmentos manejables. Pueden ser
capítulos, o acontecimientos relevantes en la trama (aunque
comprendan varios capítulos) pero lo importante es que sirvan al
autor para que la historia no se le vaya de las manos. Esto incluso
lleva a plantearse la posibilidad (que algunos defenderán y otros
aborrecerán) de acometer la primera corrección cada vez que se
finalice una de esas, por decirlo de una manera técnica (sí, soy
informático), "unidades funcionales". Otros, incluso
habiendo escrito toda una novela capítulo a capítulo, defenderán
que la primera corrección se haga con el manuscrito ya terminado,y
tras haberlo dejado en reposo unos meses, pero eso, como todo, es a
gusto del escritor, siempre y cuando las correcciones se hagan. Si
crees que una editorial va a corregir por tu cara bonita tu
manuscrito recién parido que tú no hayas corregido antes, estás
muy equivocado, salvo que sea una autoedición o coedición y estés
pagando expresamente a la editorial por esa corrección. Una
editorial que trabaje con estos métodos usará tus fallos
gramaticales o de estilo como excusa para descartar tu manuscrito,
posibilidad que estará más presente cuanto más saturada esté la
editorial. El primer corrector de un manuscrito deber ser siempre el
propio autor, aunque sea sólo por evitar la vergüenza de que tu
manuscrito sea rechazado por deficiente redacción.
Y a partir de aquí,
sólo queda una cosa: escribe la mejor historia que puedas, da lo
mejor de ti y, si eres capaz de conseguirlo, tu obra encontrará su
lugar. No me cabe la menor duda.
Feliz san yo a todos
;)
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